sábado, 14 de noviembre de 2009

Nuestro español

Después de la Torre de Babel
La forma de comunicarnos a través del proceso del habla resulta una cosa de locos, en una lengua como el español se pueden encontrar tantas variaciones lingüísticas que a veces parece que no fuera el mismo, es por eso que toca estar a la moda para no perderse lo último en palabras.

Redacción por:
Brian Andrés Vargas Losada

Que todos los hispano hablantes nos comunicamos de la misma forma, nos entendemos a las mil maravillas, y no tenemos problema de ningún tipo al llegar a otro lugar en el que utilicen la misma lengua, todo eso es mentira.
La lengua es un problema, si de entenderla se trata. En el argot popular se utilizan términos y palabras que se ven afectadas por el estrato socio-económico, la ubicación geográfica, y los extranjerismos, entre otros. En términos más concretos y científicos, según la lingüística, este fenómeno no sería otra cosa que la evidencia de la evolución sufrida por la lengua con el correr del tiempo, como consecuencia de su carácter diacrónico, que se manifesta en los sustratos lingüísticos.
Pero para no complicar la cosa y hacer de esto un tratado epistemológico, con todos sus métodos y arandelas, lo que se quiere decir es que la lengua como la conocemos esta en constante cambio, y a menos de un barrio de distancia se pueden evidenciar palabras nuevas, o viejas modificadas para un grupo especifico de personas.
Sabemos geográficamente, siendo casi una ecuación matemática, que entre mayor distancia hay de un lugar a otro mayor serán los cambios en la forma de comunicarse (hablando de la misma lengua). Es así como el significado de cuca en Barranquilla, de arrecho en Santander, no tienen en común sino la escritura con lugares como Bogotá.
Tirándonos hacia el extremo, nos topamos con otros países, en los cuales las palabras o significan diferente o pareciera que se las acabaran de inventar, como por ejemplo; cachucha, afán, boliche, atorrante, paco, mina, chabón, cheto, zarpado, refiriéndonos a países del cono sur del continente, o puyón, chamo, tronar, pincho, anticucho, papa salada, coger, chibolo, palta, pisco, beterraga, combi, bodega, pollería, ruca, la querida, el querido, hablando de países más hacia el centro de Latinoamérica como Bolivia y Perú.
Para no irnos tan lejos, y mostrar que no se necesita tomar un avión para poder observar estos fenómenos lingüísticos, nos topamos con Bogotá, lugar mágico donde se puede encontrar una variedad exquisita de sopas de letras. Aquí en cada barrio se esconde un término nuevo, un nuevo modismo, una nueva forma de referirse a lo mismo.
La orgia lingüística ha ´llegado a la cima del cielo` o a ´plantar bandera`, como por ejemplo, changon, parcero, won, parwey, en donde encontramos la mezcla de progenitores gringos, portugueses, con nuestras doncellas criollas.
La prueba madre de la cháchara que se ha dicho es lo que se denomina el hablado gomelo y el ñero, en donde usted encuentra por el lado ñero; gochornea, percanta, amurado, acostar, banderear, bandola, parche, calavera, frías, candeleo, cascarero, chucha, coger cartel, coger de quieto, diablito, fariseo, galán, fulera, gancho ciego, jalar, liebre, líchigo, mareado, maniado, quiñar, y por el lado de los gomelos; won, men, compa, o sea, obvio , nada que ver, da, bbf, te mando un msn, es un divino, lokis, marikis, socillo, nada que ver, es súper bien , súper mega genial. Eso es para que nos demos cuenta que del español no solo nos hace falta manejar las tildes.

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