Fin de semana en Bruselas, New York y los Ángeles
Redacción
Brian Andrés Vargas Losada
En plena jornada de eliminatorias al mundial, donde los fanáticos al fútbol preparan sus mejores análisis, cálculos y críticas, mi plan fue totalmente distinto, y a diferencia de otras ocasiones, opte por un fin de semana lleno de acción, acción desde la cama de mi cuarto.
Eran las 11 de la mañana, el sol ya estaba llegando a su punto máximo, por esta misma razón me era imposible seguir durmiendo, el sauna en el que se había convertido mi cuarto me obligaba a salir de las cobijas y arrancar un nuevo día, luego de una larga noche dedicada al juego de azar (juego que aún es castigado moralmente por algunos cristianos). El desarrollo de esa mañana, que se me prolongó hasta las 2 de la tarde, transcurrió de manera normal, limpieza dental, sacar a pasear a mi mascota, arreglar el cuarto, desayunar un delicioso calentado valluno, mi acostumbrado cereal, huevos revueltos con salchicha, esto acompañado de mazamorra y luego a la ducha.
Cuando me disponía a vestirme, suena de forma estruendosa, casi que fastidiosa, mi celular. Era mi viejo, me hizo una proposición a la que no pude responder con una negativa, aplastarnos como dos octagenarios luego de una larga vida de “idas e voltas” que solo piensan en descansar y ver el fruto de sus esfuerzos a la luz del ocaso, pero en esta ocasión el ocaso seria remplazado por una tanda de películas llenas de acción, más propias de infantes en busca de emociones fuertes.
Son ya casi las seis de la tarde, al astro principal se le ve debilitado y la noche comienza a apoderarse de lo que antes era suyo, llega mi padre a casa con un paquete de películas y diciendo - Mi mazamorrita… ¡pero con cocada!-. Luego de la exquisita ingesta de mi papá comenzó la jornada cinematográfica, la cama preparada, las luces apagadas, ahora tocaba elegir que Cd corría primero, eran tres y la decisión se dejó en manos de mi vieja, quien por su condición de mujer, de madre y de capricho, eligió entre: Escondidos en Bruselas, con Colín Farell, y A que le tienes miedo. Finalmente, a la cinta en la que participaba el señor Farell le toco esperar el segundo turno.
Arrancó el filme, pero al cabo de 30 minutos ya estaba aburriendo, la película era totalmente lenta, con un monólogo de 10 minutos en el cual un tipo corría por una casa y lloraba en todas las habitaciones de ésta, en este punto mi viejo y yo ya estábamos a punto de la locura, ansiosos de `plomo y bala´ nos sentíamos estafados, pero más triste era saber que aún faltaba para que se acabará. Mi madre nos convenció de ver como terminaba, y si, si algo arranca mal… termina mal, o sino vea a la Selección Colombia.
Luego de esta aterradora experiencia, vimos Escondidos en Bruselas, lo cual subió en ánimo en la habitación, la cosa ya tenía más emoción y la dosis acción recomendada, para nosotros. No contentos con esto, queríamos más, entonces se toma la decisión, por iniciativa de mi padre nos fuimos a ver Rescate en el metro 123 en cine. La película arrancó a las 9:45 de la noche, ya con boleta en mano y dispuestos a recuperar una película que se suponía de acción entramos a ver el rodaje.
Al final todo salió muy bien, mis padres terminaron satisfechos con la jornada, al igual que yo, ellos pensaban que 2 de 3 era un buen resultado, más aún cuando una de esas se disfrutó en una pantalla gigante. La noche fue cómplice, una típica noche capitalina, fría y lluviosa, claro que para la jornada que se tuvo ya comenzaba a ser más una madrugada de lunes, que un cierre de domingo.